Otra vez llega el
silencio
a visitarme, a
dejarme lágrimas
que hacen temblar
el suelo.
La visita no es
repentina,
aunque nunca la
espero
y siempre me deja
un mal sabor.
Este silencio
que me enloquece,
que me da culpas
que ni me pertenecen.
No lleva nombre,
pero sé la suma
de sus letras,
no tiene sentido,
miente.
Y yo sé lo que no
dice;
yo sé lo que
quiere.
Calla las
palabras
que escribió por
años
y que se
desterraron
una tarde de febrero
en una caja.
Se fueron de paseo
al vertedero
sin ceremonia.
Quiere culparme,
hacerme partícipe
de la apoptosis
de las células de
otro
y quiero mirarle,
y decirle que sé.
Que tengo su sintaxis
y semántica
agarrada
por las gónadas,
que aunque trate
de hacerse invisible
yo sé que existe,
y no tiene poder sobre mi.
Y que como otras
veces
le haré pedazos
con una canción.
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