miércoles, 30 de enero de 2013

el viento

el viento es un
amante muy insistente

no entiende que
muchas veces no quiero
que me acaricie

entra por las ventanas
con violencia intermitente
jode con la cortina
para que me roce

el viento es un duende
travieso e imprudente

cuando yo cierro
él abre
cuando yo quiero oscuro
él me quiere brillante

yo trato de decirle
a mi manera que
no estoy para sus juegos

pero no me entiende,
no se somete a mis castigos
a mi exilio y mi cerrar de ventanas

el viento es
atrevido y cleptómano

va por las casas al mediodía
y arrebata los olores
de la cocina,
algunos me distraen justo
en el momento que tengo
que volverme científico

y vuelve la cortina
consorte sangrigorda
de este viento hijo de puta

el viento no respeta mis tristezas
ni mis depresiones inexplicables

arrebata mis artículos
y los eleva por la sala,
y yo molesto tengo
que volver a ponerlos en orden

y llega un punto en el que quisiera
no respirarle, meterme bajo el agua
porque tal vez las corrientes
sean menos traviesas

el viento es un ligón
y un pervertido

yo en la bañera
y él escudriñándome,
y aunque sabe que
no me gusta que me ligue,
se atreve y me toca

el viento conoce
la patología de mi enfermedad

tal vez por eso es tan imprudente

santuario

en mi santuario
está el incienso,
las velas,
y el ruido del viento

a veces pasa la luz,
y yo trato de cubrirla
con la cortina,
pero el viento la deja pasar

el silencio de mi barrio
y sus olores,
la voz que cuando tomo
un libro me lee

están la guitarra y el charango,
el bajo y la computadora,
la mezcladora y los libros
que sirven para crear

en mi santuario están mis libretas
y el abanico que a veces
me desespera
y no me deja concentrarme

el cemento aún frío,
cenizas en el suelo,
carne descongelándose,
ideas que a veces gritan

salgo corriendo a parirlas
antes de que lleguen los huracanes,
antes de que deje de ser
un altar de mis locuras

ocasionalmente me atacan canciones,
y poemas se me instalan en las neuronas,
y exigen que inmediatamente
deje de "ser productivo"

en mi santuario están
mis depresiones,
mis lágrimas, todos mis silencios
de negra y redonda

algunas veces me tiro al suelo
estiro las piernas,
oigo música de guitarra,
o me pongo patas arriba

a veces cierro los ojos,
y respiro el olor a vainilla y humo,
pero casi siempre,
salgo corriendo al sol para no acostumbrarme