martes, 9 de marzo de 2010

tasación

Y aquí estoy, pensando que carajo hago metido en tu carro. Te bajas a comprar las cervezas que se convertirán en la excusa para acabar en la cama y justificar los actos al día siguiente. Y quién sabe, tal vez esto me lo busco yo mismo, por que sé que llegas con tu aura de poetisa, con tus palabras de domingo, tu teoría de la liberación atea que me convierte al prostituísmo de tus piernas, el nuevo templo en el que me sacrificaré como un cordero.

Mientras espero, me pregunto por qué tenemos que hacer todo este acto ensayado y fútil, aunque para ti parezca importante y necesario. Iremos por el largo y oscuro camino que cuando hay sol está lleno de bambúas, monte y curvas. Me hablarás de música y de política, de tu prontamente ex marido y su afición a las armas de fuego, de como te sentías cuando se iba y tú sabías que estaba con otra, de tus escapes, juegos, y visitas a otras camas.

Y yo sólo te escucho. Me siento en tu mesa aquí en esta casa que sé volveré a visitar para cometer el mismo sexicidio, por que no me gusta colgar la toalla de la primera pelea. En esta casa que habitaré luego en un futuro no tan lejano de este presente pronto a ser pasado. Te escucho, miro esos ojos de color incierto, hago una tasación de tu cuerpo a ojo, y a ojo recorro tu cuello sembrado de lunares, tu cara que sin maquillaje muestra ojeras profundas y manchas oscuras, tu pelo teñido de mi color predilecto, tu pecho y tus tetas pequeñas que no me gustan, tu cuerpo pequeño pero de hermosas figuras, tus nalgas, que habré de poner entre mis dedos en unas horas. Tasando sumo los pros y los contras, la localización, los alrededores, las otras ofertas de sexo y cena, tu propiedad y tus talentos, la hora, las consecuencias, los riesgos. Y al final, el retorno te beneficia, y me quedo escuchando.

Bajas la luz, cambias la música a una muy sensual, un jazz de esos de elevador, como si fueras un animal que busca distraer a su presa. La conversación ahora es de nosotros, nuestros fallos, los errores, la costumbre y el compañerismo. Miro el reloj. Hago el análisis necesario. Declaro en voz baja a tus oídos esta frase: “me voy, o me violas”. Acaban los rituales. Rumbo a ese cuarto en donde se escribirá la precuela de una (no)vela de dos capítulos, me doy cuenta de que eres sólo una marca en una lista del pasado.