jueves, 25 de marzo de 2010

Hombre que (d)escribe a una mujer

Sabes, a veces recuerdo tus ojos entre las cosas que perdí con un trauma, entre las ecuaciones diferenciales y las pruebas estadísticas, entre los algoritmos y las recetas. Como almendras que enjaulan una aceituna rellena de noche, que se mueve de lado a lado mientras sueñas.

Sabes, a veces tu piel es tan diversa como el mediterráneo, y puedo leer tus poros que se elevan de derecha a izquierda en trazos largos que se marcan con puntos. Venus del medio oriente y del caribe, dicotomía mística de pasado e incertidumbre.

Sabes, a veces tu pelo es cada cuerda de un instrumento hecho de tu voz que perdí en el tiempo, hecho de un cedro oloroso, y quisiera sus notas en mi oído, o tal vez acariciar esas cuerdas y tocar una canción de esas que pocos escuchan.

Sabes, a veces tu nombre es una ciudad yucatana, la claridad, el misterio de un dios, o un aire del País Vasco.

Sabes, a veces quisiera que la curiosidad de llevara a cruzar la línea que divide los horarios, y que aunque fuera por unas horas dejaras que mis manos exploraran tus límites, se integren con tu piel en una infinitesimal suma de deseos, que tal vez nos encontraramos a mitad del camino para dejar de ser recuerdos y misterios, y que tengas un secreto conmigo que no puedas contar a nadie más.