viernes, 2 de noviembre de 2007

el día que maté el amor

allá donde los andes cubren el horizonte
donde Chabuca Granda dejó su corazón
allá donde el río Rímac canta como sinsonte
allí fué que una tarde asesiné el amor

la ciudad de los reyes con su eterna neblina
de Avenida Abancay, Villarán y Aviación
de las combis repletas de gente cual sardinas
donde hay un tren fantasma, donde maté el amor

a la luz de un farol contemplando la costa
en noches de Barranco, con guitarra y cajón
abrazaba a una chola con ojos de melaza
la misma que una tarde le asesiné el amor

yo me adentré en su piel cubierta de lunares
yo le besé la frente, y en sus ojos hallé
respuesta a las preguntas de amautas milenarios
y aún así una tarde el amor le maté

en una tarde gris de la Lima del alma
bebí del agua dulce que dió su cuerpo en flor,
y aunque se hizo mi carne y vió el mundo en mis ojos
aunque estuvo en mi piel yo le maté el amor

Ella me dió su vientre para que construyera
con mis dedos rugosos figuras del color
de la piel que los incas le dieron en herencia
y aunque me entregó el alma yo le maté el amor

Hoy me enrredo como antes en el vientre materno
y aunque sé que jamás me habrá de perdonar
la Posada del Angel quedará en el recuerdo
su corazón andino aún siento palpitar

y si un día regresa, cual cóndor a mi cielo
como el verde del cusco mi pecho tornará
por que ella es semilla de todo lo que es bueno
y mi alma caribeña le pertenecerá

eternamente