sábado, 13 de junio de 2009

Pelos

La busqué en su casa, estaba lloviendo. Me cansé de esperar, así que salí del  carro con el paraguas, a esperarla bajo la lluvia. No fue hasta que me llamó que me di cuenta de que vivía casi un bloque más abajo.

Desde que se montó en el auto hubo esta cierta hostilidad casi sexual, en la que ella me culpaba de ciertos males del universo, yo le comentaba de cómo me gustaban sus piernas de leche, y desviaba automóviles como un demente. Luego de casi provocar un accidente, ella se mareó y casi no pudo bajar del auto.

No tiene los ojos verdes, pero son de esos ojos que te roban el espíritu, como decían los nativos norteamericanos para que no les hicieran un Daguerre.  De momento sientes que algo te atrae, como si fueses el negativo de su polo, y cada vez se hace más fuerte hasta que te besa, y de dice que no hay más allá de ese beso. Luego te pide el vaso de vino, que la música sea lounge o eurotrance o algo para hacer fondo. Luego te pide que bajes la música y le cantes una canción

Y de momento, sin darte cuenta, te está besando, con un beso de esos casi vampiresco, y te toca. Yo quise controlar, pero es como tener dos toros en el mismo cepo que se detestan, y disputamos el control del desenfreno. Ella me besaba y buscaba con sus manos mi espalda, y yo le contestaba y trataba de con mis dos manos cubrir cada resquicio de su cuero estrellado.

No sé como sucedió, pero de pronto la tuve entre mis brazos desnuda, y juré que se deshizo entre mis manos. Sentí su pelo entre los dedos, sus senos entre mis labios, la humedad de su sexo que aún palpita. Y de pronto escuché de ella gemidos que jamás pronunció aquella vez. Yo invertí  cien hojas de papel en su despedida cuando aún se utilizaban esas tecnologías absurdas de las cuales ella es defensora. Descubrí que era soprano, que su figura no la soñó un pintor, que sus senos son tan blandos como una nube de aguacero en mayo. Pensé ver sus pecas sobre la sábana, que se caían una tras otra, y casi las sentí entre mis dedos, manchando mi universo, mi rostro, mi pasado.

Pero solo hallé dos pelos rojos en la cama, después de que la regresé a su casa y le hablé del jamás.