martes, 5 de febrero de 2019

respiro


y hacia adentro va
sanándome, blanca y liviana
como un destello de luna
por mi ventana abierta

me hace oscilar,
lento, mientras la corriente
de aire entra

y aquél peso del día
poco a poco se va
como segunda piel
que dejo caer al suelo

y siento cada nervio,
cada poro que el aire roza
gradiente de temperaturas,

y de pronto, tantos sonidos
que nacen en mis oídos,
suave, oscilando,

mientras yo huyo
lejos, sobre las olas
en mi barca rompeazules,
sobre la humareda
que se apodera de mi
 creyéndola borrada,

y justo entonces,
viaja de la planta a la semilla
y en algún punto resucita,

se agarra fuerte de mis sinapsis
deseando que la recree,
y yo, cruzado de vientos frescos
proclamo su nombre
al revés y al derecho

la llamo y la traigo,
sobre la humareda
que me sana del día
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