martes, 9 de junio de 2009

repartición de bienes

te quedarás con el carro
vacuum cleaner, los cubiertos

quédate con la vajilla,
con los libros y el nintendo

en las luces los tecatos
venderán hasta mi ropa

y me quedaré sin prendas
antes que me largue a europa

véndeme las herramientas,
la lancha, el televisor

yo me quedo con el perro
la sortija, y el vibrador

(la sortija yo la empeño
para empatar la pelea
me mudaré con mis padres
aunque mi madre no quiera.
el vibrador me lo quedo
no por que lo vaya a usar
mas por no darte el placer
de poderte masturbar)

De lo continuo a lo discreto

Todo comenzó como comienzan los errores. Ella fue una arbitrariedad, el resultado de la función matemática de aleatorización de un programa de computadora. Tal vez no teníamos nada en común, tal vez con otras condiciones iniciales no se hubiera dado el caso. Pero ese pequeño grupo distribuido de dioses digitales decidieron ponernos a ambos en el mismo espacio virtual, y echar a correr los dados de lo incierto.

No puedo decir que intercambiamos palabras, por que es más correcto decir que digitalizamos deseos. Ella me contó sus perversiones, me transmitió imágenes de su cuerpo desnudo y perfecto. Yo le conté como se las quería satisfacer, y comenzamos la danza mística de los ceros y unos que se bifurcan en senderos programables. En la lengua de los internautas intercambiamos nuestras soledades y pasiones, y nuestros cuentos.

Yo no sé que nos hizo brincar a la realidad, pienso que allí está la base del sufrimiento. Acordamos encontrarnos en un restaurante, desayunamos, intercambiamos miradas de deseo. No se pronunciaron muchas palabras, por que no estábamos acostumbrados a hablar con nuestra garganta. Todo cuanto sabíamos había sido teclado, transmitido con nuestras manos, y el cuarto de hotel lleno de espejos supo que todo lo que habríamos de hacer era hablarnos con esas mismas manos. Su cuerpo se lleno de mis huellas digitales, del continuo patrón de surcos único en cada uno de mis dígitos. Mi sexo se llenó de su cuerpo y sus fluidos, caudal analógico de gemidos y gestos, esta vez reales y no ensayados.

Y volvimos a saltar de lo continuo a lo discreto, cuando con la cámara del computador grabamos nuestra danza, y de lo discreto a lo indiscreto cuando la vimos para continuar el ritual. Fueron muchas las noches en las que me provocaba en línea y terminaba en su cama, vigilando su sueño.

Todo terminó como terminan los horrores, pero esta vez ya no era una serie de pulsos, si no una colección de memorias, latidos, olores, sabores y vibraciones. No pude fingir el llanto con una serie de signos del alfabeto que semejan caras, por que los símbolos que estaban en mi rostro eran evidentes. La perseguí buscando explicación, buscando sentido a toda esta mezcla de medios de incomunicación, pero fue en vano. Fue el mismo día en que nací que decidí que no habría más excusas para continuar en el mundo de lo continuo, y decidí armar una colección detallada de mi vida en lo discreto, para que el mundo supiera de lo que fui capaz. Ahora estoy aquí, dispuesto a desconectarme de lo real. ¿Será que soy un sueño digital de un sistema artificial? No creo en las reencarnaciones, y no pretendo saber. Sólo sé que este error, esta secuencia de números que no es como debe ser terminará hoy, y sólo quedará un archivo que resume mi estadía por la vida. Un archivo, perdido en la infinidad de las cadenas de ceros y unos, como una sola estrella en el infinito universo.