Mi abuela mira con ojos
de casi un siglo,
una soledad que adora
y le cuesta trabajo dejar
ya olvida algunas cosas,
se desorienta un poco,
repite algunas frases,
y a veces finge
yo la miro y recuerdo
sus días de menos vieja,
los tiempos en los que me llevaba
a su barrio y sus calles
mi abuela es la matriarca;
se sienta en una silla y manda,
y mi madre padece con dolores
su autoridad de tantos lustros
ella tuvo una apuesta con el tiempo
que parece haber ganado a medias,
y a los sesenta dejó de conducir
y de envejecer
mi abuela siempre se queja de mi,
yo nunca soy lo que pude haber sido,
y sin embargo, a mis espaldas,
habla de mi como de un dios
yo ya no quiero ir a su casa oscura,
y le digo que salga de ahí,
de su auto-exilio,
pero ella se sumerge entre recuerdos
mi pobre madre, ya no aguanta,
cuando se ven siempre hay desastre
ella la insulta, y mamá sufre,
porque sabe que en ella se transforma
su mente pertenece a otra galaxia
en su tiempo los planetas y las estrellas
estaban en otro lugar,
y había palabras que no se habían descubierto
pero ella rompió los moldes de aquél momento,
hizo su propia ruta, se levantó sola,
un hombre nunca le dijo cómo hacer,
y siempre fue libre
aunque hoy nos critica por ser atrevidos,
anormales, desquiciados e incorrectos
todos somos lo que ella hubiese sido
si una matriarca habitase nuestras pieles
mi abuela es una pieza de museo,
con unos ojos que se tornan grises
ya no le quedan amistades en la tierra
y su diabetes es noticia que no escucha
en sus arrugas viven duendes y misterios,
en cada gris del pelo habita mi pasado,
entre su pecho aún descansa mi cabeza,
la de mi hijo y de mi madre, que la ama