jueves, 7 de abril de 2011

el perro

como en todos estos días

siento que el amor

es un mercado,

 

un producto de consumo,

de mucho valor de intercambio

y poco valor de uso

 

como en todos estos días

siento que la vida

se me escapa,

 

que el alma ya no aguanta

tanto golpe bajo

 

pues es que en estos días

me visita un viajero,

que ya ha estado conmigo

 

y todo lo que sabe

es de recuerdos marchitos

 

de burlas, de traiciones,

promesas incumplidas,

de dolores de pecho,

y ganas de enterrarme

 

y como ya es costumbre

hablo con las paredes

porque nadie me escucha

 

hago vibrar mis cuerdas

pero están todas mudas

 

y sobre el pentagrama

una métrica rara,

que le faltan las notas

 

y es que estos días son

como una marcha fúnebre,

 

y lento me derrito

cuando me quedo solo

 

puede salir la luna,

o estar fría la noche,

y sólo veo el vacío

 

tan negro y tan profundo

que me seduce un poco

 

con ganas de abrazarlo

me lanzo hacia su fondo

buscando lo que queda

de lo que me hablas tanto

 

camino por la casa

y me arranco pedazos

como un rompecabezas

 

los riego por el suelo

sin ceremonia alguna

 

solo me quedan trazos

de lo que ayer serías

pero saben a nada

 

a la nada tan sola

a la nada tan triste

 

me saben al olvido,

al segundo lugar

 

a tu llanto y tu rabia

que no son para mi

 

me saben a derrota,

al pasado tan viejo

pero tan relevante,

a bombas, radiación,

a viajes que se extienden

 

me saben a la mañana

aquella donde desperté

desnudo sin saber

que pasaba

 

no soy mas que un fantasma

una ilusión redonda,

la cabeza que canta

el sexo que se exhibe

 

no soy más que

un buen juego

de una niña lejana

 

pero me queda claro

que no soy

su juguete predilecto

 

soy más como

una curiosidad,

un experimento

 

una manera

de almacenar deseo

para luego dejarlo ir

en otro cuerpo

 

una compañía prostituida,

la base de una estructura

tan frágil como el hielo

 

soy la ilusión,

el líquido que sale

de entre sus piernas

que se seca y desaparece

 

aquí, viejo y sentado,

ancho y usado,

casi muerto

 

un tiesto lleno

de promesas huecas

que nunca se cumplen

 

y ni una sola de esas lágrimas

recorren ese rostro

pensando en mi sufrir

 

todas se evaporan

y llegan a otro cuarto

 

soy el perro que

todos patean

y que aguanta

todos los golpes

 

ese perro triste

de la calle,

lleno de llagas,

cicatrices viejas

 

de las pulgas

del inmovilismo,

de la sarna

del desdén

 

de vez en cuando

me deja un hueso

con carne que se pudre

 

y yo comulgo,

y recito el viejo mantra

del deseo y el sufrimiento

 

pero esa carne podrida

corroe mis entrañas

que se acalambran

 

se retuercen de dolor,

se inflaman de putrefacta flatulencia

 

y cada día muero un poco

e infinitesimalmente

me vuelvo más llaga que perro

 

marchito y olvidado,

por no ser más importante

que aquél por el que tanto lloras

 

hasta que ladro y muerdo

y por fin, me disparas.