jueves, 18 de junio de 2020

exilio y racismo



En el norte fueron ocho

los años que yo pasé

y muy duro trabajé;

para nada fue un bizcocho.

No me volví un viejo chocho

pero mi opinión cambió.

El norte a mi me dejó

convertido en comunista

me dejó hecho ateísta

y en hombre me transformó


Llegué una tarde de junio

por Chicago, como muchos

desde ignorantes a duchos

con mucho o poco pecunio.

Y a pesar del infortunio

pude pasar el solsticio.

Hubo mucho sacrificio

para educarme y vivir,

mucho tuve que sufrir

y sin ningún beneficio


Si no hablaba, se sonreían,

pero al notar el acento

desaparecían al viento

las sonrisas que tenían.

Y las miradas blandían

del desprecio y el discrimen

y sin cometer un crimen

ya me hacían sentir culpable

esos seres miserables

que con su silencio oprimen


El don de la hipocresía

practicado era por todos,

ponen el pie, dan el codo,

se comportan como arpías.

Pero luego llegó el día

de regresar a mi tierra,

y olvidarme de la guerra

fría del racista imberbe

y aunque mi sangre no hierve

mi alma un dolor encierra.