Quisiera ser lluvia, fuerte aguacero
Sobre tu cuerpo desnudo,
Bautismo de lágrimas de un dios
Que todo lo perdona
Quisiera volver a ser creyente
O mejor, ser ese dios
Que atento escuche sólo tus plegarias,
Un dios juguetón y complaciente
Que vigile tu sueño,
Una nube, un Zeus enamorado,
Y plantar un semidiós
Dentro de tu fértil entraña
Ser palabras místicas o mágicas
De un hechizo de perdón,
O de uno que revierta errores,
Que disuelva pecados,
Que disipe inocencias,
Y sobre todo que destruya
El abismal silencio
Que a veces nos separa
Un cosmoespacio, en la astropista, lleno de grafiti sideral.
Copyright (c) Pedro J. Rivera Torres.
Todos los derechos reservados/All rights reserved, 2021.
www.pedrojuanrivera.com
domingo, 10 de mayo de 2009
no importa lo que seas
podrías ser una asesina
y yo buscaría las razones
para justificar los muertos
podrías ser una burócrata
y yo me convertiría
en tu director de campaña política
podrías ser prostituta
y yo sería el único
que te traería rosas rojas cada vez
podrías volverte pastora pentecostal
y me volvería un ciego feligrés,
un manso cordero
podrías ser prestamista, usurera,
explotadora y esclavista,
y yo adoraría tus insultos y el yugo
pero quiero que seas mi guerrillera,
que tomemos las armas juntos
y juntos morir, por nuestros ideales
y yo buscaría las razones
para justificar los muertos
podrías ser una burócrata
y yo me convertiría
en tu director de campaña política
podrías ser prostituta
y yo sería el único
que te traería rosas rojas cada vez
podrías volverte pastora pentecostal
y me volvería un ciego feligrés,
un manso cordero
podrías ser prestamista, usurera,
explotadora y esclavista,
y yo adoraría tus insultos y el yugo
pero quiero que seas mi guerrillera,
que tomemos las armas juntos
y juntos morir, por nuestros ideales
San Francisco
En San Francisco descubrí
la crueldad del capitalismo
el que deja que muchos compren
carteras de mil novecientos dólares,
mientras en las calles una viejita
arrastra su vida en una pequeña maleta
y pide monedas para comer
En San Francisco dejé mis zapatos de cuero
aquellos gastados, cómodos y familiares,
con los que recorrí los altos picos del Cusco,
las selvas de Brasil, el frío de Wisconsin
En San Francisco tuve tiempo
para sincerarme, para decir cosas
que tenía que decir hace años,
y comprendí que sigue siendo
complicado y hermoso
En San Francisco un negro
me gritó frases racistas,
y sin pensar me bajé a su nivel
y le contesté, perpetuando lo que se debe olvidar
En San Francisco me sentí más tuyo
aunque me dijeras varias veces
que es mejor tomar rumbos distintos
En San Francisco habían más idiomas,
más comidas, altos edificios,
cárceles cerradas en islas llenas de pájaros,
segregación, barrios y grupos
lowriders, Land Rovers, El Camino,
transportes antiguos y modernos
En San Francisco descubrí la soledad,
la colectiva, la que deja morir gentes de frío
nombres en español y miles de asiáticos,
puentes colgantes maravillosos
En San Francisco se quedaron mis zapatos,
pero compré unos nuevos, para las nuevas aventuras
la crueldad del capitalismo
el que deja que muchos compren
carteras de mil novecientos dólares,
mientras en las calles una viejita
arrastra su vida en una pequeña maleta
y pide monedas para comer
En San Francisco dejé mis zapatos de cuero
aquellos gastados, cómodos y familiares,
con los que recorrí los altos picos del Cusco,
las selvas de Brasil, el frío de Wisconsin
En San Francisco tuve tiempo
para sincerarme, para decir cosas
que tenía que decir hace años,
y comprendí que sigue siendo
complicado y hermoso
En San Francisco un negro
me gritó frases racistas,
y sin pensar me bajé a su nivel
y le contesté, perpetuando lo que se debe olvidar
En San Francisco me sentí más tuyo
aunque me dijeras varias veces
que es mejor tomar rumbos distintos
En San Francisco habían más idiomas,
más comidas, altos edificios,
cárceles cerradas en islas llenas de pájaros,
segregación, barrios y grupos
lowriders, Land Rovers, El Camino,
transportes antiguos y modernos
En San Francisco descubrí la soledad,
la colectiva, la que deja morir gentes de frío
nombres en español y miles de asiáticos,
puentes colgantes maravillosos
En San Francisco se quedaron mis zapatos,
pero compré unos nuevos, para las nuevas aventuras
octavo silencio
este es el silencio del secreto,
el que me ha dejado mudo,
el que absorbió mis palabras
y me arrancó una lágrima
el que me ha dejado mudo,
el que absorbió mis palabras
y me arrancó una lágrima
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