domingo, 10 de mayo de 2009

último silencio

Quisiera ser lluvia, fuerte aguacero
Sobre tu cuerpo desnudo,
Bautismo de lágrimas de un dios
Que todo lo perdona

Quisiera volver a ser creyente
O mejor, ser ese dios
Que atento escuche sólo tus plegarias,
Un dios juguetón y complaciente
Que vigile tu sueño,
Una nube, un Zeus enamorado,
Y plantar un semidiós
Dentro de tu fértil entraña

Ser palabras místicas o mágicas
De un hechizo de perdón,
O de uno que revierta errores,
Que disuelva pecados,
Que disipe inocencias,
Y sobre todo que destruya
El abismal silencio
Que a veces nos separa

no importa lo que seas

podrías ser una asesina
y yo buscaría las razones
para justificar los muertos

podrías ser una burócrata
y yo me convertiría
en tu director de campaña política

podrías ser prostituta
y yo sería el único
que te traería rosas rojas cada vez

podrías volverte pastora pentecostal
y me volvería un ciego feligrés,
un manso cordero

podrías ser prestamista, usurera,
explotadora y esclavista,
y yo adoraría tus insultos y el yugo

pero quiero que seas mi guerrillera,
que tomemos las armas juntos
y juntos morir, por nuestros ideales

San Francisco

En San Francisco descubrí
la crueldad del capitalismo
el que deja que muchos compren
carteras de mil novecientos dólares,
mientras en las calles una viejita
arrastra su vida en una pequeña maleta
y pide monedas para comer

En San Francisco dejé mis zapatos de cuero
aquellos gastados, cómodos y familiares,
con los que recorrí los altos picos del Cusco,
las selvas de Brasil, el frío de Wisconsin

En San Francisco tuve tiempo
para sincerarme, para decir cosas
que tenía que decir hace años,
y comprendí que sigue siendo
complicado y hermoso

En San Francisco un negro
me gritó frases racistas,
y sin pensar me bajé a su nivel
y le contesté, perpetuando lo que se debe olvidar

En San Francisco me sentí más tuyo
aunque me dijeras varias veces
que es mejor tomar rumbos distintos

En San Francisco habían más idiomas,
más comidas, altos edificios,
cárceles cerradas en islas llenas de pájaros,
segregación, barrios y grupos
lowriders, Land Rovers, El Camino,
transportes antiguos y modernos

En San Francisco descubrí la soledad,
la colectiva, la que deja morir gentes de frío
nombres en español y miles de asiáticos,
puentes colgantes maravillosos

En San Francisco se quedaron mis zapatos,
pero compré unos nuevos, para las nuevas aventuras

octavo silencio

este es el silencio del secreto,
el que me ha dejado mudo,
el que absorbió mis palabras
y me arrancó una lágrima