jueves, 4 de junio de 2009

Décimas Cibernéticas

Este blog debió haber comenzado con estas décimas, que son unas de las primeras cosas que escribí cuando retomé la escritura en la universidad. Disfruten.


Enredado en la maraña 
de recintos cibernéticos
entre mil discos magnéticos
te encontré en la telaraña:
mundo que mi madre engaña
con todo colorido.
Te busco entre el estallido
de valiosa información
y te entrego el corazón 
sin conocer tu apellido


Avanzo así velozmente
montado en mi "buscador"
cruzo de un ordenador
a otro sigilosamente.
Entiendo perfectamente
los dialectos cibernéticos
y cruzo espacios sintéticos
hechos de silicio y plástico
que dan un mundo fantástico
lleno de locos frenéticos

Un sueño

Esta pesadilla la escribí el doce de noviembre de mil novecientos noventa y ocho. Que la disfruten.

Subes dos pisos, das una vuelta a la izquierda y otra a la derecha. Observas todos los anaqueles en donde están los libros en estricto órden, ves el que necesitas y lo tomas. Regresas al escritorio y lees. Te han pedido un trabajo ordenado, bajo las normas estrictas del MLA, entre veinte y veinticinco páginas. Ya conoces prácticamente toda la biblioteca. Has usado el catálogo, las computadoras, los diccionarios y los baños. En el escritorio reposan cincuenta y dos libros, veinte artículos, tres libretas cuatro bolígrafos y tu cabeza. Te has quedado dormido. Pero no ha sido porque los que leías era aburrido, sino por que estas mortalmente cansado. ¿Recuerdas? Leías sobre brujas. Si, ya. Brujas, el Sabbat, espejos ... recuerdas los nombres de Michelet, Henry James, Carlos Fuentes, Gloria Durán, Aura, Consuelo, Elphias Leví, Gloria Trevi y palabras como sexo, muerte, realidad, magia, amor, odio, satanismo, ciencia, ocultismo y otras más. 

Miras a tu alrededor. Luego de haberte ocultado por creerte descubierto, tratas de verla, pero yá no está. Desapareció. Hace unos segundos, antes de que te ocultaras, estaba allí. Era jóven, tendría algunos veintidos años, tenía el pelo largo hasta la mitad de la espalda y estaba desnuda. Balbuceó unas palabras que no comprendiste, untó su cuerpo voluptuoso con una substancia aceitosa que preparó. Recordarás la forma en que lo hizo, es más, te exitó la manera en que lo hizo. Lenta y pausadamente fué cubriendo primero su cara, luego sus senos, y por último sus piernas largas y bien formadas hasta llegar a sus pies. No dejó parte en su cuerpo que no cubriera con ese aceite. Antes de perderla de vista, le escuchaste decir unas palabras, un conjuro. Has estado espiándola por algún tiempo. No es como la pintaban en los cuentos de niños, no tiene una verruga en la nariz, no es espantosa. Esta mujer conoce las plantas y sus propiedades, esta mujer parece tener los secetos de la vida, y también los de la muerte. Pero ya no está, y decides averiguar que sucedió y como. 

Sientes que te tocan la espalda. Es Danny, siempre puntual. Lo llamaste hace media hora y aparece para despertarte de tu sueño de bello durmiente (pos supuesto, no con el beso) y preguntando como siempre: "¿¿qué quieres??" Es masivo, gigantesco, pesa alrededor de cuatrocientas ochenta libras y es esférico. Lo invitas a comer, aunque sabes que luego de verlo comer te sorprenderás de como alguien puede comer tanto. Entran y tú pides lo de siempre, un "combo" de esa hamburguesa que tanto te gusta. Danny comienza su orden: un servicio de chili, dos de papas, cuatro hamburguesas pequeñas, una soda grande y un helado de esos de chocolate. La cajera se sorprende. Se sientan, tu devoras tu comida rápido, pero tranquilo. Danny comienza su ritual: se come una de las hambuguesas, devora las papas y le pone el sorbeto al refresco. Mientras observas esa masacre culinaria, piensas en el trabajo. Tienes dos días más para hacerlo y te queda el exámen de Cálculo. Ay... la vida del estudiante, ¡es como vivir muerto! Estudias para ser, como dicen, un cadáver culto. No dejas de pensar en el último artículo que leiste; las plantas y las brujas. Conocían los afrodisíacos, narcóticos, estimulantes, depresivos y así, claro que no le conocían estos nombres. Por fin despueés de una larga espera, Danny termina. Regresas y comienzas a estudiar. Lees "El poder de la magia". Solo 5 páginas más. 

Exploras la cueva húmeda en la que penetraste hace tal vez dos horas. Tomas el frasco con el aceite. Te desnudas. Posiblemente sea que falta algo. Dices lo que te acuerdas de las palabras que conjuró la bruja y nada sucede. Te sientes extraño, ves todo de un hermoso color verde. Por fin encuentras el libro que crees te dará la respuesta. Es un libro viejo y cerrado, con una gema roja en el broche y unos sellos extraños en la cubierta de cuero. Está lleno de palabras en un idioma que no comprendes. Antes de arrepentirte, saltas unas páginas y allí está. Empiezas a comprenderlo todo y el enoquiano es como tu lengua materna. Te paras en el círculo blanco del piso, te colocas en el mismo centro y dices el conjuro que leiste del libro. Sientes que te elevas. Si, te elevas, y viajas a un lugar que no sabes. 

Despiertas, o mejor dicho, te despiertan. Ya cierran la biblioteca. Recojes tus libros y te vas a tu casa. 

Llegaste a un lugar que no conoces. No puedes creer lo que ves. Miles copulan unos con otros, otros danzan tomados de la mano en círculo, fuego, bestias aladas, faunos... En el centro hay una bestia, la Gran Bestia. Tiene cabeza de macho cabrío, lo rodea un círculo de luz. Sus alas son hermosas como las de un ángel, blancas y sin manchas. Apagas el televisor y te duermes; sueñas con una mujer blanca, esbelta, delicada, del pelo negro largo hasta las caderas, está vestida con un traje cuyo color es idéntico al de sus ojos, unos ojos verdes como las algas, verdes como la hierba, verdes. Unos ojos que anuncian muerte. La bestia tiene pechos grandes de hembra, en su panza un ojo, tiene cuerpo de hombre y está sentada en un gran trono de piedra. A su lado hay dos pirámides vueltas al revés y en su mano tiene un corazón que sangra a chorros y todavía late. Es hermoso. Nunca habías visto algo así. Alguien te toma del brazo y te hala hacia sí. Te besa y tu le contestas el beso como en un trance y comprendes. Estas en el suelo con ella, con la bruja. Acaricias ese cuerpo embadurnado de aceite, igual que el tuyo. Después de amarte te lleva a un altar de piedra y te coloca sobre él. Mira la bestia, dice unas palabras al viento y toma el cuchillo en las manos. Cierras tus ojos y sueñas que éstas en un escritorio, que escribes y lees, que lees y escribes. Sueñas que te vas y que sueñas, sueñas con ella, vestida de verde, sueñas con nada y ya no sueñas más.

chatticus interruptus

Te fuiste y me doy cuenta
que en muchos años no fuiste más
que unos ojos grandes y profundos
dónde perderse

no sé nada de ti, tal vez por miedo,
por cobardía o haberme sentido intimidado
por el color, por la asfixia que me causaban
o su belleza poco común en mi entorno

te fuiste y me doy cuenta
que eres más que esos ojos,
que eres oídos y opiniones,
disposición y curiosidad

te fuiste y ahora
tengo que esperar
con impaciencia
el mañana en la noche