Estoy seco de notas
y palabras.
Agarro la guitarra
y no la siento.
Me huyen los acordes,
repito lo mismo.
Me voy en blanco,
inevitablemente ronco.
Paso horas envenenando mi cabeza
o mirando el televisor,
viéndome las uñas.
No puedo casar palabra
con sonido.
Ya no es algo pasajero,
se ha estado colando poco a poco,
y temo que sea irreversible.
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