y hacia adentro va
sanándome, blanca
y liviana
como un destello
de luna
por mi ventana
abierta
me hace oscilar,
lento, mientras
la corriente
de aire entra
y aquél peso del
día
poco a poco se va
como segunda piel
que dejo caer al
suelo
y siento cada nervio,
cada poro que el
aire roza
gradiente de
temperaturas,
y de pronto,
tantos sonidos
que nacen en mis oídos,
suave, oscilando,
mientras yo huyo
lejos, sobre las
olas
en mi barca rompeazules,
sobre la humareda
que se apodera de
mi
creyéndola
borrada,
y justo entonces,
viaja de la planta
a la semilla
y en algún punto
resucita,
se agarra fuerte
de mis sinapsis
deseando que la
recree,
y yo, cruzado de
vientos frescos
proclamo su nombre
al revés y al derecho
la llamo y la
traigo,
sobre la humareda
que me sana del día
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