Ayer, luego de tu
transmutación en calabaza,
junto a tus zapatillas quebradas
parí un verso,
y te abrí;
saque de tu interior
la pulpa y las semillas
y corté una ventana
en tu elípitico cuerpo,
allí vertí palabras
y una placenta en rima,
esperando alimentes
el árbol del poema
que me sembraste un martes,
de madrugada a oscuras,
y consumí tu pulpa,
como hostia del deseo,
y guardé tus semillas
en un papel mojado
esperando la luna
para sembrarte honda
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