Mariela,
tus ojos son la calma
de una
laguna, donde quisiera
echarme
a flotar, mirando el cielo
tu risa
tiene dotes de centella,
de rabo
de estrella, cola de asteroide,
de
piedra que se enciende al cruzar la noche
Mariela,
tus pecas, son pequeños pedazos
de
deseo que se riegan por tu piel,
minúsculas
pizcas de azúcar
que
deseo consumir
tu boca
es esa fruta tan jugosa,
tan
fresca en un día de sol,
un
oasis de sabor que desconozco
pero
imagino
tu
cuerpo es una gran interrogante,
y yo un
Quijote, con su Rocinante
presto
a recorrerlo, lanza en mano
tu
pecho es mi delirio de niño,
en la
trastienda donde te escondías,
y yo
escogía dulces, que luego regalaba
Mariela,
el deseo no se acaba,
el
tiempo es solo un juego
y yo te
espero, aunque no desees mi abrazo
aunque
la cama no sea el nido que me compartes,
aunque
sea otra nariz la que busque el olor
de tus
redondos senos
y
espero paciente que venzas tus miedos,
que te
liberes de la cadena
que el
pasado dejó en tu cerebro,
de esa
marca que te atormenta
y me deja
sediento de ti
y a ti,
atada a algo que no tiene futuro
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