domingo, 11 de abril de 2010

el cuadro


El clavo que en la pared sostenía
el cuadro del amor ha cedido;
cayó sólido al suelo, el cristal que lo protegía
se esparció por la alfombra,
y por todos los rincones del piso

llevaba un nombre escrito,
y el árbol de cerezo que se abría
en la dibujada primavera de su lienzo
se rasgó con la caída, por haber
cedido a la gravedad, que es la que nos da vida
y quien nos la quita

sólidamente cayó contra la horizontal
verdad del suelo, primero en loza,
luego en alfombra
y tuve que una por una
recoger la ahora hecha pedazos
y antes íntegra lámina que protegía
la palabra amor

había pedazos grandes, como continentes
que aglutinados formaban una pangea de vidrio
había pedazos minúsculos,
que solo seré capaz de encontrar entre
la carne de mis pies y que me causarán dolor;
se enterraran hondo y sentiré sus presencias

el clavo, antes derecho, ahora se ha torcido
por el peso del amor,
lo arrojé a la basura, como hice también
con todo el vidrio que pude recoger con las manos

en su lugar puse un tornillo largo,
plateado y fuerte,
y volví a colgar el cuadro, maltrecho,
desnivelado, rayado y sin protección;
porque aunque la gravedad lo hale hacia
el centro de la tierra, seguirá siendo amor,
un concepto que está fuera de las leyes de la física,
y que aunque esté maltrecho, no cambia de condición.

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