En San Francisco descubrí
la crueldad del capitalismo
el que deja que muchos compren
carteras de mil novecientos dólares,
mientras en las calles una viejita
arrastra su vida en una pequeña maleta
y pide monedas para comer
En San Francisco dejé mis zapatos de cuero
aquellos gastados, cómodos y familiares,
con los que recorrí los altos picos del Cusco,
las selvas de Brasil, el frío de Wisconsin
En San Francisco tuve tiempo
para sincerarme, para decir cosas
que tenía que decir hace años,
y comprendí que sigue siendo
complicado y hermoso
En San Francisco un negro
me gritó frases racistas,
y sin pensar me bajé a su nivel
y le contesté, perpetuando lo que se debe olvidar
En San Francisco me sentí más tuyo
aunque me dijeras varias veces
que es mejor tomar rumbos distintos
En San Francisco habían más idiomas,
más comidas, altos edificios,
cárceles cerradas en islas llenas de pájaros,
segregación, barrios y grupos
lowriders, Land Rovers, El Camino,
transportes antiguos y modernos
En San Francisco descubrí la soledad,
la colectiva, la que deja morir gentes de frío
nombres en español y miles de asiáticos,
puentes colgantes maravillosos
En San Francisco se quedaron mis zapatos,
pero compré unos nuevos, para las nuevas aventuras
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