escucho tu voz que casi afina,
los coquíes cacofónicos
y grillos en desarmonía aleatoria,
hierba mojada, ramas
tu respiración agitada
caliente, húmeda
sobre mi cuello y su piel
que se eriza con tu aliento
escucho una pena
que me cuesta trabajo nombrar,
vagabunda que deambula en otros cuerpos,
y en ciertas noches me visita
escucho una voz nueva,
una que sale más profunda,
más adentro del diafragma
la de la desnudez del ser
escucho mi silencio
por que jamás es total ausencia de sonidos;
siempre acaba siendo torbellino de sentires
armonía de neuronas que se conectan para recordar
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