Yo la llené de poemas,
y cada día que pasó pensé en ella,
le soñé como agua de mar
regada sobre mi cuerpo deforme,
abarcando cada centímetro de mi piel,
salada en mi boca,
dolorosa en mis ojos,
de mis manos nacieron palabras
que creé para nombrar las partes de su cuerpo,
y nombres que usé para llamar
las células de su sangre
unidas con mi sangre en una sopa de vida.
Yo la sufrí como vena abierta
y la ví fluyendo de mi cuerpo
que estaba lleno de ella
y cada día se escapaba roja y brillante
por entre mis dedos cicatrizados y resecos,
la sufrí tanto y tanto me dolía
como un martillo sobre mi cerebro,
como un recién nacido gritando de hambre
dentro de mi cráneo,
como un cáncer negro que se esparce
por entre mis vísceras, pudriendo todo
Yo la grité como se grita al nacer un ser humano,
como se grita cuando se enfrenta la muerte,
con el dolor tan profundo y florecido,
brotándome de la piel, de entre mis poros,
la sentí árbol que entierra sus raíces en mi pecho
y me saca la sangre
la grité como loco amarrado,
golpeándome contra las paredes,
la grité hasta que mis cuerdas vocales
se hincharon y no pude gritar,
y entonces la suspiré ronco,
hasta sentir el sabor a hierro
de la sangre en mi garganta
Él solo tuvo que estar a su lado,
y ella se echó a sus pies,
y me dejó solo.